En fin... Llega el día D y mis propósitos no van mas allá que terminar de forma decente, charlar un rato con alguien y llegar antes que la olla de la plaza se quede sin rastro de sopa tolita. La noche anterior, cosa totalmente desaconsejada por cualquier fisiólogo o nutricionista que se precie, no tuvimos otra cosa que hacer una cena de amigos, con sus lógicos excesos de productos a cual mas graso acompañados de bebidas refrescantes, no precisamente isotónicas. Con todo y con eso,y tras pocas horas de sueño, allí estábamos a las 9:30, hora rara para un domingo de mes. Y ahí estaba el recorrido...
Realmente mereció la pena el madrugón. La adrenalina se disparó al ver la salida de los participantes en la prueba de 40 km. El subidón puso el cuerpo (y el alma) en su sitio. Daba casi pánico pensar lo que les esperaba a esos hombres y mujeres esa mañana. Y como no, lo que me esperaba a mi esa mañana. Hasta ese momento no tenía claro ni el recorrido exacto ni la distancia total. Daba igual, porque ya quedaban 5 minutos para empezar....
La salida fue realmente emocionante, daban ganas de salir echando leches. Aunque ahí estaba la gran cuesta de calle Rio Verde para recordarte: "¿aondevas, tio?. Empecé tranquilo, disfrutando del comienzo junto a Luís.
Así, y regulando bastante en las pendientes mas duras, llegué hasta Cerro Coronas, avitualamiento merecido y fin de la parte "jodía" de subida. Ya habíamos luchado más de 10 km contra la gravedad.
Allí repuse un poco de fuerzas junto a mi amigo Marcelo, que velaba por el bien de la carrera como parte del grupo de protección civil de Istán. Nos echamos una foto juntos y tras negarme un trozo de comida consistente (tipo chorizo o morcilla) tuve que seguir la marcha.




La bajada era espectacular, pasando por un bosquete de pinsapos realmente precioso. Éste si era el lugar para pararse y disfrutar del paisaje desayunando tranquilamente. Pero no, hoy no era el día. Creo que me pasé bastante en esta primera parte de la bajada, poniéndome en el carril casi en media hora larga.
Tras la fuerte bajada a ritmo frenético llegué al carril y empecé a notar los excesos. Mis rodillas pedían a gritos un poquito de terreno llano. Pero aun quedarían unos 5 penosos kilómetros hasta la meta...
Al final algo más de dos horas y media de libertad y de romper con la rutina...
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